Esta es la historia del joven Julio, quien al momento de comenzar este relato dormía plácidamente en su cómoda cama. Un piano irrumpe suavemente el silencio de la mañana, y los oídos de Julio se rehúsan a dejarlo entrar(a pesar de que los acordes mayores suenan bastante cálidos como para tratarse del crudo grito de un despertador).
Cuando irrumpe la banda entera al rugido, su destino parece inevitable. Julio nuevamente deberá levantarse, lavarse sus dientes, despojarse de lagañas, peinarse, vestirse, abrigarse, y salir a afrontar una nueva tarde en la F.D.de.C.S (Fábrica Destructora de Creatividad y Sueños). Mientras se prepara piensa en el cruel Despertador:

"¡Ah!, rompe y perfora el silencio
royendo la corteza de mis huesos.
Es como el agudo frío que se propaga
por el cuerpo azul de un ahogado,
que hinchó su alma en algún puro río,
bajo el sol candente de algún verano."

Al despertar de aquella melodía que mágicamente se presentó en su inconsciente, descubre que ya se encuentra en la F.D.de.C.S, y está sometido a las labores diarias. Lentamente se olvida de la música, de los dientes, de los despertadores, y de las canciones. Su mirada se vuelve inerte, su corazón late a un ritmo constante y preciso, y realiza su valor con una mecánica que envidiaría incluso, el mismísimo Henry Ford. Saca música de su cabeza y las apisona con un martillo, corta las ramas de algún árbol imaginario, destruye sus sueños de astronauta, sus sueños de paleontólogo, sus sueños de Cazafantasma.
Por suerte nada es eterno. Un aviso lo saca de ese estado de trance. Sonó el timbre, es hora de salir de la F.D.de.C.S. Se encamina a la enorme puerta verde y El Sol acaricia su cara. Aún es joven, y todavía tiene fuerzas para resistir a los dogmas y modelos que impone el mundo.